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Las Mujeres de la Diáspora en Asturias. Beatriz Mayz.



Cuando Mireya me invitó a formar parte de su proyecto Mujeres de la Diáspora sentí un gran agradecimiento. Al leer la carta en la que me planteaba la actividad de hoy me quedé un rato pensando en la primera pregunta que me invitaba a responder ¿Quién eres? Es una pregunta filosófica profunda. Inmediatamente recordé una de las meditaciones que solemos hacer en nuestras prácticas de yoga que consiste justamente en repetirnos la pregunta ¿Quién soy yo? Así que me voy a atrever a animarlos a que hagamos juntos un pequeño ejercicio con los ojos cerrados, respiramos profundamente (tres veces) e imaginamos que estamos en un parque o jardín, disfrutando de un día fresco y soleado bajo la sombra de un árbol inmenso.

Podemos sentir la brisa suave y ver cómo bailan las hojas en las ramas del árbol, somos hojas, sentir la tierra y fundirnos en ella, somos tierra, disolvernos en el cielo y su infinito, somos cielo. Somos parte del todo. Somos uno con el todo. Vamos a abrir los ojos guardando esa sensación tan agradable de pertenencia al todo de formar parte del todo que nos rodea y también registremos la sensación de cambios que acabamos de experimentar en el ejercicio fuimos hoja, tierra y cielo sintiendo que podemos ser y dejar de ser muchas cosas, pero que seguimos manteniendo una esencia, eso que nos permite identificarnos como “yo” y responder a la pregunta de ¿quién soy?


Entonces voy a mencionar esas “cosas” con las que me identifico como ”YO” : Soy MUJER, pertenezco a este maravilloso género humano. Soy Hija, hermana, nieta, sobrina, prima, tía, pertenezco a una inmensa y cálida familia en la que crecí y de la cual heredé mucho más que mis dos apellidos. Soy Madre bendecida al serlo de una mujer, mi hija, con quien comparto día a día, Esposa y compañera de un hombre bueno que me quiere y acompaña, a quien amo y que vino a mi vida acompañado de un hijo y de sus padres. Conformamos nuestro hogar al que pertenezco y en el cual soy Ama de casa (así se decía aunque ahora suene un poco viejo) a tiempo completo y me gusta serlo. Soy Venezolana, bisnieta, nieta e hija de venezolanos, mezcla de orientales y caraqueños. Pertenezco a ese país hermoso y tropical que por momentos extraño mucho y a veces no tanto. Soy Creyente católica formo parte de la Iglesia



Soy Docente, llevo mi profesión en el corazón, educar ha sido mi misión y mi forma de vivir. Formo parte de ese grupo de profesionales que creemos en la educación como el agente principal para el cambio positivo de la sociedad. Soy Amiga, afortunada de contar con amistades largas y profundas, de esas que llenan el alma y acompañan siempre sin importar distancias ni tiempos. Me siento parte de sus vidas así como ellos forman parte de la mía.

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Soy un poco actriz, un poco escritora, un poco yoga y me gustaría pertenecer más a estos tres mundos. Y desde hace cerca de cinco años, soy una inmigrante, me convertí en una más del casi total de 7 millones de venezolanos. Creo firmemente que somos parte del todo, que somos uno con el todo. He tratado de vivir mi situación migratoria con este principio en mente, somos seres en camino, cambiantes y somos parte del todo (recordemos la sensación del ejercicio).


Así que cuando familiarmente decidimos venirnos a Oviedo, para brindarle un mejor futuro a nuestros hijos y un feliz retorno a su tierra natal a mis suegros asturianos, dejé mi trabajo como profesora de literatura y de teatro en el Colegio Champagnat de Caracas, hicimos maletas, 17, y aterrizamos con la única certeza de que estaba asumiendo un gran cambio de vida. Consciente de que mi situación es privilegiada con relación a la de otros migrantes, debo reconocer que no fue fácil mudarme a una ciudad a la que sólo había visitado una vez, de vacaciones. Además ya con una edad en la que se hace más difícil comenzar un camino laboral nuevo, cuando básicamente lo que esperas es llegar a disfrutar del merecido descanso de la jubilación, luego de haber trabajado más de 30 años en educación. Y a pesar de creencia en los cambios y la pertenencia, al no tener muy claro quién iba a ser “yo” aquí, una sensación de incertidumbre, de cuestionamiento se comenzó a apoderar de mí. ¿Habremos tomado la mejor decisión?


¿A qué me voy a dedicar? Comencé a descubrir que el primer papel que me tocaba asumir era el de soporte familiar, como una especie de cuidadora del bienestar de las dos familias que comenzamos a convivir en un piso todos juntos, cuando veníamos acostumbrados a vivir “Cada uno en su casa y Dios en la de todos” como reza el refrán, (nosotros y mis suegros). Tratar de organizar y canalizar lo que significaba para cada uno de los miembros del grupo familiar los cambios, las nuevas rutinas, nuevos sabores, nuevas costumbres, nuevas formas de relaciones personales, cambios y más cambios y yo empecé a disfrutar de ese rol, me dediqué a conocer lugares y personas, a servir un poco de enlace entre la familia y la nueva ciudad, a realizar trámites legales, ciudadanos, etc. todo lo que implica una nueva residencia en un lugar desconocido, no puedo negar que pasé por momentos de nostalgia y hasta de rabia por lo que había quedado atrás. Pero la ciudad, con sus hermosos espacios, me brindó calma y la amabilidad de su gente me fue cautivando poco a poco.


Así que soy soporte familiar. Pero los soportes necesitan fortalecerse y en ese sentido encontré un lugar especial que ha sido hasta el día de hoy el espacio de encuentro conmigo misma y con personas maravillosas que me han hecho sentir bienvenida. La casa del yoga. Y allí conocí a Rosa, una amiga, en todo el sentido de la palabra, quien se preocupó porque me sintiera a gusto, porque encontrase actividades que me sirvieran de refugio, porque un migrante, cualquiera sea su condición siempre necesita un refugio humano, que compense un poco el calor del hogar y de la tierra que ha dejado. De la mano de Rosa fui a la Biblioteca del Fontán para participar en los talleres de escritura con Fernando. Descubrí que existe una ciudad que se preocupa por brindarle a sus ciudadanos actividades recreativas y de expresión de alta calidad y a muy bajo costo. Allí escribí mis primeros relatos sobre Oviedo llenos de nostalgia e intercambié con personas muy diversas e interesantes que nutrieron mi alma literaria. Rosa me acercó también a la AECC donde me hice voluntaria. Allí fui recibida con los brazos abiertos y me dieron la maravillosa oportunidad de dar un taller de literatura que se prolongó durante tres años y que me sostuvo anímica e intelectualmente. Conocí a gente maravillosa a quienes admiro y respeto. Y me fui sintiendo cada vez más perteneciente, comenzaba a sentir que ya podía formar parte de este nuevo todo que se hacía cada vez más cercano. Y esta sensación de pertenencia me brindó la seguridad para explorar nuevos mundos laborales siguiendo con mi idea de estar siempre dispuesta a cambiar, a aprender, a redescubrirme y así fue como apliqué para un curso de la Oficina Nacional de Empleo, de Administración de bar y restaurante en OTEA, quedé seleccionada y lo cursé (tengo muy orgullosa mi diploma) y luego de allí mismo me llamaron para otro curso, esta vez de Cata de vinos, Y aunque no he trabajado en el área, ha sido una experiencia muy enriquecedora para mí conocer un poco del mundo de la hostelería española.



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Por último, pero no menos importante, mi incorporación a AVAO ha sido muy significativa en este caminar de inmigrante. En AVAO, además de sentirme con los míos, he encontrado la posibilidad de expresar nuestra idiosincrasia con mucho orgullo pero también con mucho respeto y responsabilidad. He aprendido y disfrutado de muchas experiencias, jamás olvidaré el desfile de Carnaval, vestida de medio pinto, totalmente pintada de negro, saltando y bailando por las calles de Oviedo o mi desempeño como Negra Lorenza en el Calatrava, los actos conmemorativos de nuestras fechas patrias o las hermosas misas celebradas en honor de la Virgen de Coromoto, o la Divina Pastora, entre muchas otras actividades. Y las que vendrán. Dispuesta siempre a formar parte del todo, a cambiar para ser una con el todo, desde la sensibilidad y la apertura de la mujer que soy


 
 
 

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